martes, 2 de abril de 2013

II.- Jesús también mira (2)


Mira al cielo
Son bastantes las veces que los evangelistas nos dicen que Jesús mira al cielo. Lo dicen de diversas maneras: “levantando los ojos al cielo” (Jn. 11, 41; 17, 1; Mc. 6, 41), o “alzando la vista al cielo” o “alzando la mirada al cielo” (Lc. 9, 16; Mt. 14, 19). En otras ocasiones nos dicen qué es lo que ve en el cielo: “ha visto al Padre (Jn. 6, 46), también a Abraham (Jn. 8, 57) también que “vio que el Espíritu bajaba” (Mt. 3, 16) y que Él hace o actúa según “lo que ve hacer al Padre” (Jn. 5, 19).
Aunque se refieren al cielo como un lugar, lo que expresa propiamente es el ámbito de Dios, donde se presencializa y desde donde Él actúa. Suele situarse “arriba”. Pero ni es un lugar ni está situado por encima del espacio. Es el ámbito de Dios en contraposición al “ámbito de abajo”, el ámbito del mundo. Así lo expresa Juan (8, 23): “vosotros pertenecéis a lo de aquí abajo, yo pertenezco a lo de “arriba”; vosotros pertenecéis al orden este, yo no pertenezco al orden este”. Su príncipe es el padre de la mentira y al que pertenecen todos los que le siguen (      ).”Quién viene de arriaba está más alto que nadie, quien es del suelo, del suelo es y desde el suelo habla. Quién viene del cielo está más alto que nadie, de lo que ha visto y oído, de eso da testimonio, pero su testimonio nadie lo acepta” (Jn. 3, 31-32).
Jesús mira al cielo, es decir, tiene conciencia del ámbito al que Él pertenece y al que presta toda su atención, porque Él ni vive ni actúa al margen del Padre, vive en su misma esfera en la unidad del Espíritu. Más claramente no se puede expresar que cuando el, padre de la mentira moviliza toda su influencia para condenarle: “Desde ahora vais a ver como este Hombre toma asiento a la derecha del Todopoderoso y como viene sobre las nubes del cielo” (Mt. 26, 64). Su Hora la marcará precisamente “cuando sea alzado en alto” (Jn. 3, 14), es decir, cuando muestre –con su amor que es el del Padre- que está arriba porque es de arriba y arrastrará a todos hacia sí para que tengan vida eterna.
Mirar al cielo es ver lo que el Padre quiere, no sólo en general sino en situaciones concretas, como en la resurrección de Lázaro, no es para pedir sino para dar gracias porque el Padre –que le escucha siempre- le ha escuchado, o en la multiplicación de los panes y los peces, donde tampoco pide sino que da gracias. No necesita pedir porque está identificado con el querer del  Padre, está en su misma esfera –cielo- pues el Padre y Él son uno (Jn. 10, 30). Desde esa identificación puede exclamar cuando llega su Hora: “levantando los ojos al cielo dijo: Padre ha llegado la Hora, manifiesta la gloria de tu hijo, para que el Hijo manifieste la tuya” (Jn. 17, 1). Levantar los ojos al cielo o mirar al cielo es mostrar la identificación que existe entre Él y el Padre. No es súplica ni tampoco sometimiento. Es tal la identidad existente que ni el Padre tiene que mandar, ni el Hijo tiene que obedecer porque la sintonía es total.

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