martes, 11 de diciembre de 2012

II. SACERDOTES. Integración (1)


1º. Qué se quiere decir con integrarse.
Hoy es de uso frecuente la palabra integrarse, mucho más cuando individualismo y comunitarismo están al orden del día. Ciñéndonos a los sacerdotes "con cura de almas", y en concreto al clero parroquial, y a nivel diocesano a los obispos, vemos como se nos exige integramos en las parroquias o las diócesis. Lo que ya no aparece tan claro es qué se quiere decir con esto. Por la experiencia personal y ajena, unas veces la integración se usa para decirnos que compartamos con los fieles todo lo que a nivel de parroquia o de diócesis se organiza, otras que frecuentemos la compañía de laicos allá donde se encuentren, o en lo que organicen, o en su vida cotidiana: frecuentar sus casas, sus sitios de esparcimiento, sus modos de divertirse, sean personas con responsabilidades o no en sus parroquias. Otras veces la integración responde, más que a la convivencia con los fieles, a compartir sus ideas, sus formas de ver las cosas, valoraciones de la realidad, ideologías, tendencias eclesiales, líneas de pensamiento y acción que, por una u otra causa, ellos viven o cultivan. Otras la integración responde más al momento que a una trayectoria determinada, por ejemplo, si se está de excursión en el campo celebrar la Eucaristía sin vestimenta litúrgica y muy adaptada en su forma; o, si es con niños o jóvenes, usando no sólo su lenguaje sino quitando o poniendo lo que, a juicio de quién preside, puede ser más o menos impactante o inteligible. Otras veces va más en la línea de sentir como propio lo que en esa parroquia ya hay, o se va a hacer, y a lo que el conjunto se siente vinculado por fidelidades tradicionales, fiestas, romerías, o a opciones hechas por quienes han marcado los orígenes o momentos importantes de dicha parroquia, como es el compromiso por los pobres, el compromiso temporal, la liturgia, la liberación, etc. Quieren que el sacerdote haga suyo y sienta como propias esas opciones.
Podríamos seguir, pero creemos suficiente lo dicho para mostrar cómo se nos exige hoy a los sacerdotes compartir lo que la parroquia o el territorio o la diócesis tienen y viven, aunque esto no esté vivido realmente por mayorías limitándose a grupos influyentes. Conviene apuntar que los mayores cerrilismos en esta exigencia a los curas solemos experimentarlos más en personas que no tienen una fe adulta sino infantil y fanática; quién la tiene, suele ser comprensivo y respetuoso.
Describiendo, más que definiendo, lo que se nos pide con ésta integración, sería como una mezcla de acompañamiento, cercanía, vivencia y compartir lo que tienen, viven y valoran. Esto puede ser buenísimo y deseable en todos nosotros, pero también puede ser confuso, desorientador y hasta anulador del ministerio sacerdotal mismo. Por eso nos hemos puesto a clarificar lo que hay tras la demanda de integración porque intuimos que nos jugamos mucho.

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