martes, 11 de diciembre de 2012

II. SACERDOTES. Integración (4)

4º. Integración y persona del ministro.
Hemos venido distinguiendo cuidadosamente entre el ministerio y don fulano o don mengano que es la persona que lo encarna en la comunidad concreta. Lo hemos hecho porque somos conscientes de que todo lo que puede decirse del ministro no puede decirse de igual modo, de los ministros. En el caso que nos ocupa es claro que el ministerio no puede "integrarse", pero ¿y el ministro?
Según lo que venimos diciendo puede parecer que defendemos una concepción aristocrática de los sacerdotes y obispos, por encima y dominando las comunidades. Nada más lejos de nuestra intención. Si lo que ofrece el ministro a la comunidad fuera algo distinto y ajeno a la misma entonces podría ser válida tal apreciación. Pero si lo que ofrece el ministro realmente es un servicio esencial a la misma, no puede entenderse ni como aristocracia ni como privilegio.
El ministro ofrece a la comunidad cristiana su fundamentación apostólica y la garantía de que la fe que vive esa comunidad es la fe apostólica, la fe de la Iglesia de Jesucristo. Es este un servicio esencial constituyente de la comunidad misma. Sin esta fundamentación y esta referencia constante no hay comunidad cristiana. Aquí no nos sirven los parámetros de la sociología; estamos hablando de lo cristiano y esto es imposible sin Cristo, y éste sólo lo conocemos con autenticidad a través de la fe de los testigos, en la fe de la Iglesia. Son ellos la referencia esencial de lo cristiano: "quien a vosotros oye a mi me oye" y este servicio esencial, por la sucesión apostólica, es el ministerio apostólico que es ejercido por ministros. El servicio apostólico se prolonga en la sucesión de papas, obispos, presbíteros y diáconos en el grado que les corresponde. No se puede llegar a Cristo, el Señor, si no es por lo que los testigos vieron, oyeron y palparon del Verbo de vida (1ª Jn. 1, 1-3) y esto es lo que los ministros ofrecen, son testigos actuales de Cristo. Esto es lo mismo que decir que no se puede llegar a Cristo sin su Iglesia que está constituida esencialmente por el ministerio apostólico. De aquí la importancia de la Iglesia local con su obispo, presbíteros y diáconos, sin ellos puede haber grupos de fieles cristianos pero nunca comunidad cristiana pues le faltaría su esencialidad. Una comunidad cristiana es siempre la realización histórica de la comunión que es la Iglesia y esa comunión no descansa en una fe etérea sino en la comunión apostólica: "para que estando en comunión con nosotros lo estén con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Hay que estar en comunión con el ministerio apostólico, si no se da ésta ni hay comunión apostólica ni fe apostólica.
Para que esto pueda realizarse los ministros tienen que ser testigos actuales de Jesucristo en la misión esencial a la que el Señor les ha comprometido: apacentar el rebaño de Jesucristo, sirviéndole su Palabra, actualizando sus acciones y presencia en los sacramentos y presidiendo en la caridad a sus comunidades. Es este un servicio constituyente. Porque la Palabra hace siempre referencia a Jesucristo, aún más, la Palabra es “Jesucristo”. Por eso cuando el ministro ordenado proclama la Palabra a la comunidad creyente, ésta oye a su único Señor. Se siente convocada por Él, interpelada por Él y formada por Él. Puede ser el ministro un excelente teólogo pero, cuando habla a su comunidad como tal ministro, lo que esta quiere oír no es su palabra, ni la de la misma comunidad, ni la de nadie que no sea la de su único Señor. Porque esa Palabra es salvadora, es constituyente, es siempre viva, es formadora de la comunidad... la particular del ministro no lo es. El ministro no puede renunciar a ofrecer, a servir esa Palabra, dándole a la comunidad otras palabras que él quiera transmitir y quizá ésta quiera oír, estaría fuera del ministerio y su palabra seria sin autoridad. Lo que le confiere autoridad es precisamente que no es suya sino de Dios y no escuchada particularmente, sino en la fe de los testigos, en la fe de la Iglesia.
Otro ejercicio ineludible, fundamento y referencia constante de la comunidad es el servicio de la Eucaristía y, en él y para él, el de los restantes sacramentos. La Eucaristía no es una devoción particular del ministro ni de la comunidad. Está, por encima de esto, constituyendo a la comunidad cristiana que, convocada por el Señor es conducida a la entrega pascual para ser transubstanciada en humanidad de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo. Ciertamente es la comunidad creyente quien la celebra presidida por el ministro ordenado, pero celebrarla no quiere decir convertirla en aplauso, reverencia o exaltación de nadie que no sea el Señor y, mucho menos, de la propia comunidad. No se puede decir que la Eucaristía es la celebración de la vida de los hermanos, o del encuentro con ellos, o de sus éxitos y planes pastorales... o tantas cosas que hoy se dicen y que no pasan de ser verdades a medias.  Si no hay celebración de la muerte y la vida del Señor, si no es Memoria del Señor, no es Eucaristía, es otra cosa. Todo lo atrayente y participada que se quiera pero no es la única acción de gracias en la que todos los compromisos, participaciones, etc., encuentran fundamento y sentido. Sin ella están vacíos porque no están transubstanciados.
Tienen que presidir en la caridad sus comunidades. No son uno más. Pero presidir no es mandar ni imponer, ejercer la autoridad en la comunidad a donde es enviado. Autoridad no es mando ni recabar honores. Así se lo recuerda la Optatam Totius a los seminaristas: "su destino no son el mando y los honores". Es ejercer el servicio del amor en todo aquello que es esencial para que la comunidad sea testigo actual y fiel de Jesucristo. Es esta la autoridad de la que está investido. Auctoritas viene del verbo latino augeo que significa crecer. Ejercer la auctoritas es hacer crecer a la comunidad principalmente en todo aquello que le es esencial, que crezca en la comunión que la constituye, mediante la entrega a Jesucristo y su testimonio al mundo cumpliendo su misión.
Un ministro que vive así su ministerio, es un testigo actual de Jesucristo, que está mostrando la esencialidad de su ministerio, constitutivo esencial de la comunidad misma para que sea con verdad comunidad de N.S. Jesucristo.

No hay comentarios: