INTRODUCCIÓN
Una reflexión personal sobre la disponibilidad.
Hace ya
bastantes años comenzó a sonar fuerte la palabra disponibilidad en nuestro
ámbito. Lo motivaba principalmente, la dificultad encontrada en algunos sacerdotes
a la hora de hacer traslados o colaciones, para una mejor atención de la
diócesis.
Muchas de
aquellas resistencias de entonces provenían de temores entre los que podemos
señalar estos:
• El miedo a posibles arbitrariedades al no
ajustarse a normas o criterios conocidos por todos, salvo los muy generales del
bien de la Iglesia, de las almas, de la diócesis, etc...
• El miedo a que se dispusiera de las personas
"alegremente" como si fueran cosas o sin tener en cuenta sus
condicionamientos de diverso tipo.
• El miedo a volver a épocas pasadas donde el
"ordeno y mando" eran frecuentes.
• El miedo a convertir el camino de la
disponibilidad en tentador para "situarse" unos pocos o "hacer
carrera".
• El miedo a una disponibilidad "siempre a
mejor" de los disponibles y no “a peor", en los servicios que nadie
suele querer pero necesarios en la diócesis.
• El miedo a perder cada cual su situación ‑mejor
o peor- en la que nos encontrábamos instalados.
• El miedo, en fin, a ser confundidos con los
religiosos siguiendo una disponibilidad que convirtiera la diócesis en un
convento.
Que existieran
estos miedos no quiere decir que ésta fuera la realidad y tampoco juzga la
actitud ni de quienes disponían entonces ni ahora de quienes estaban
disponibles, simplemente recogemos lo que entonces algunos sintieron.
De entonces
acá, muchas veces nos hemos encontrado con la misma palabra y con sus mismas
exigencias. Hoy también, pero en una situación diferente. Situación que nos
apremia. O nos empeñamos seriamente en la evangelización de nuestro pueblo o,
de aquí a unos años, la descristianización progresiva existente llegará a cotas
inimaginables. Por tanto, o estamos disponibles para una evangelización seria y
profunda, o será muy difícil que la generación siguiente pueda tener las bases
para una vida cristiana consciente. Ahora no se trata de una disponibilidad,
primera y principalmente, relacionada con cargos, traslados o colaciones, ni de
una redistribución de los sacerdotes que puede ser o no necesaria. Se trata
fundamentalmente de una disponibilidad para evangelizar.
Ciertamente, o
podemos argüir que esta actitud siempre la hemos tenido, pues eso es lo que
hemos buscado en el ejercicio de nuestro ministerio allá donde cada uno ha
estado. Pero, ahora, no se trata de que cada uno, por su cuenta y riesgo y
según sus ganas e inventiva, trate de evangelizar. La situación exige que
seamos todos, conjuntamente y en comunión, los que abordemos la evangelización
con nuestro obispo, seglares y religiosos, toda la diócesis, y, desde ahí, que
cada uno esté donde deba estar que quizá no coincida con donde quiera estar.
Como todo esto
no debe hacerse ni desde métodos ya obsoletos, ni con desconocimiento de
nuestra realidad personal, ni con arbitrariedad de ningún tipo, y sí con la
mayor claridad posible al menos en las ideas, es por lo que acometemos esta
reflexión personal sobre la disponibilidad y, desde ahí, la brindamos a los
demás por si puede servirles para algo. Al ser una reflexión personal, no tiene
más autoridad que la que nazca de la coherencia de sus ideas, su sintonía con
la tradición eclesial y su fidelidad en la situación presente, lo que hemos
recibido gratis debemos entregarlo gratis. (La entregamos sin firma, porque
somos conscientes de que nuestras ideas no son originales, siempre se las
debemos a alguien que nos las brindó, por distintos caminos y medios, a lo
largo de nuestra formación constante y que constituyen el rico patrimonio
eclesial de los creyentes. Con esto no queremos eludir responsabilidad alguna,
sí mostrar que el servicio de cada uno es gratuito para la edificación del
conjunto).
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