domingo, 13 de enero de 2013

EXISTENCIA CRISTIANA 4: ¿Intercesiones?


Me sorprende la facilidad que tienen muchos fieles para buscarse intercesores. Son legión los santos en quienes se busca que intercedan por nosotros. ¡Y no digo nada de la Virgen María!, siempre buscamos amparo en lo que llamamos su poderosa intercesión, incluso en la liturgia. Son innumerables las oraciones en la liturgia que buscan intercesiones. Y de forma agobiante sentimos esto cuando se invita a la gente a que compruebe ese poder intercesor en aquellos que tienen iniciado su proceso de santificación. Listas enteras en hojas o revistas que se editan para contarnos como nos escuchan lográndonos de Dios las más diversas ayudas; desde una curación a un puesto de trabajo, desde un aprobado en unos exámenes a un buen novio. Incluso hemos especializado a los santos en el ejercicio de su intercesión; unos lo son en el dolor de garganta, otros en el de riñón, otros en las afecciones de la piel, otros en las causas imposibles, etc., etc.… Es todo un repertorio, que supongo que le hará a Dios y a los santos mucha gracia, salvada siempre la buena fe de la gente.
Pero a mí todo esto no me deja tranquilo. Porque ¿qué se busca con todo esto? Desde luego tratar de remediar una necesidad sentida y su forma es la oración de petición. Que tenemos muchas necesidades no necesita demostración, que es legítimo pedirle a Dios, sin ninguna duda. Pero ¿qué pedir, para que pedir y de qué forma? Ahí tengo dificultades de comprensión muy serias que en otra ocasión contaré. Ahora voy a fijarme en lo que planteé al principio: si existen realmente esas intercesiones y tal poder de intercesión y si hay alguna forma válida de entenderlas.
Lo primero que se me ocurre es tratar de aclararme en los por qué de toda intercesión. Pues de ello puede resultar que se esté practicando algo inútil y, también, una imagen falsa del Señor.
1.-  Si lo que se pretende es inclinarle a favor de alguien, hay que decir que al Señor, nadie ni nada puede inclinarle porque está siempre inclinado a favor de todos y de cada uno en cualquier circunstancia que nos encontremos. Es nuestro Creador y nuestro Padre.
2.-  Si lo que se busca es que favorezca a alguno o a varios con sus dones ¿por qué a ese y no a otros que están en la misma necesidad o quizá con necesidades mayores? Sería un Dios parcial que obraría según el número de intercesores o la calidad de las intercesiones.
3.- Algunos apuntan que es para calmar su ira contra nosotros que merecemos por nuestros pecados. Estos olvidan que su ira es el vacío de su amor y esto nunca lo causa Él sino nosotros su amor está siempre por encima hasta de nuestros pecados. Sencillamente porque Él es bueno, independientemente de cómo seamos los hombres y de lo que merezcamos por nuestros pecados.
4.- Otros manifiestan con su forma de solicitar las intercesiones, a veces hasta lo dicen, que a Dios lo sienten lejano y al intercesor cercano (esto se nos ha dicho muchas veces en la predicación acerca de la Virgen). Algo así como si ella o ellos nos quisieran más que Dios cuidándonos con más cercanía. Esto, además de falso, es completamente injusto. ¿Quién nos crea, quien nos redime, quien nos salva? ¿Quién nos tiene preparado lo que ni siquiera podemos imaginar?, ¿y en nombre de quién y por quien pueden actuar los santos y la Virgen? Nadie nos ha mostrado un amor más grande que Dios.
Todo esto me obliga, a decir que hay en muchos una mala comprensión de lo que es la intercesión y, consiguientemente, muchas de las solicitadas son completamente inútiles. También hace que me pregunte si hay alguna forma válida de comprenderlas.
No quisiera equivocarme, pero creo que la intercesión no está en ninguna acción ni súplica con Dios sino en relación conmigo. No le tiene a Él por destinatario de lo que con ella se busca. Él es inmutable en su amor para con nosotros y hace con nosotros todo lo que nosotros le dejamos hacer sin necesidad de que se lo pida ningún intercesor, así lo ha hecho en Jesucristo. La intercesión, entonces, está en ayudarme a mí  para que yo acepte lo que está dispuesto a hacer y ha hecho por mí, no se lo impida y se lo agradezca. Y esto en cualquiera circunstancia que la vida me presente. Que yo le sea fiel y logre ser lo  más feliz posible con salud o con enfermedad, con riqueza o con pobreza, con vida corta o vida larga, como nos enseñaron en los Ejercicios de San Ignacio. La intercesión que pedimos lo que hace es disponernos para la aceptación de su amor en la situación que se me presenta con dificultades o sin ellas. Por eso no puede reducirse siempre a petición sino que incluye también la acción de gracias y la intercesión.
Todo ello está cimentado en lo que en nuestro credo llamamos “la Comunión de los Santos”, que es comunión en lo santo y no menos en el Santo que es el Señor. Desde aquí puedo entender la intercesión con petición y con acción de gracias. Es toda la Iglesia la que triunfa del mal por mí y conmigo, toda ella se purifica por mí y conmigo y toda ella lucha por su Reino por mí y conmigo. El éxito de la intercesión no está en que el Señor, conceda esto o aquello. Su éxito está en la comunión, que yo, unido a todos los santos del cielo y de la tierra, acepte su amor gratuito como todos ellos lo aceptaron y hoy lo vuelcan hacia mí para que yo también lo participe siempre unidos a Jesucristo y dependiendo de Él. Es en Cristo donde intercesores e intercesiones se unen.

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