martes, 2 de abril de 2013

II.- Jesús también mira (3a)


Mira a los demás
Los evangelistas nos dicen que Jesús miró a grupos de personas, a la gente, a los discípulos y también a cosas. Son miradas que reflejan no una simple actitud superficial sino que nos muestran su propio interior.
a.- Mira a los discípulos
En los mismos comienzos de su vida pública fija su mirada en dos que lo seguían. Eran discípulos de Juan el Bautista que le señaló como el Cordero de Dios (Jn. 1, 36). Jesús, volviéndose al ver que lo seguían, les va a mostrar donde y como vive. Él los había mirado y, en aquella mirada, iba ya la invitación a seguirle. Ellos, junto a otros discípulos que se irán incorporando al seguimiento, podrán verle: “De aquí a poco el mundo no me verá más; vosotros si me veréis, pues de la vida que yo tengo viviréis también vosotros, aquel día conoceréis que yo estoy con el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros” (Jn. 14, 18-21). Ellos podrán verle porque Jesús los ha mirado… “Dichosos vosotros por lo que ven vuestros ojos y por lo que oyen vuestros oídos” (Mt. 13, 16).
Esto mismo ha hecho con Santiago y Juan y con Andrés y Pedro (Mc. 1, 16-19), son dos parejas de hermanos (Mt. 4, 18 y 21), sobre ellos ha puesto su mirada, los ha visto. ¿Qué había en aquella mirada, qué fuerza y atractivo, que, dejándolo todo, al llamarlos le siguieron? La mirada –los vio- preparó el camino a la voz –los llamó- y no fueron capaces de resistirse.
A veces su mirada es para declararlos bienaventurados: “dirigiendo la mirada a sus discípulos dijo: dichosos vosotros los pobres porque tenéis a Dios por Rey” (Lc. 6, 20). Jesús hace de ellos una alabanza porque, siguiendo al que los ha mirado, han elegido ser pobres en ese seguimiento, con ello tiene a Dios mismo por Rey no a ningún rey de este mundo sobre el que no está la mirada de Jesús y de sus seguidores.
Esto les asusta, e incluso lo ven como imposible porque la riqueza la ven necesaria para vivir tanto ellos como la comunidad que forman. La tentación de la riqueza está siempre al acecho bajo la forma de necesidad y parece imposible renunciar a ella. Así se lo manifiestan a Jesús, entonces “Jesús se les quedó mirando y les dijo; humanamente imposible, pero no para Dios” (Mc. 10, 27). Ellos deben moverse en el ámbito en que se mueve el que los mira, es el ámbito del “orden de arriba”, la esfera de Dios.
Está atento a lo que necesitan o a las dificultades que pasan: “viendo con qué fatiga remaban” (Mc. 6, 48) los saca de su apuro y los sacará siempre aunque a veces hayan sido imprudentes. En este caso los libra del viento contrario y la fatiga porque están bajo su mirada. Saben que si se está bajo esa mirada compasiva es la garantía de su ayuda. No se fija ni en la tempestad ni en las olas que el viento y el mar levantan, se fija en ellos, en las personas y en lo que están padeciendo.
Pero los discípulos no siempre obran de acuerdo con el que los ha mirado, por eso la mirada de Jesús se vuelve hacia ellos con indignación “Al verlo Jesús se volvió indignado” (Mc. 10, 13). Se han dejado llevar de la búsqueda de tranquilidad y sosiego, tanto para Jesús como para ellos, al ver que la gente traía niños para que Jesús los tocara, ellos “les regañaban” y Jesús se indigna ¿por qué?, porque estos chiquillos son imagen de los que tienen a Dios por Rey.
Esta misma actitud muestra cuando, mirando a los discípulos, “Jesús se volvió y, de cara a ellos increpó a Pedro” (Mc. 8, 33). ¿Por qué se vuelve hacia ellos cuando ha sido Pedro el que lo ha tomado aparte y ha increpado a Jesús? Porque no han comprendido a Jesús cuando les ha dicho el primer anuncio de su pasión muerte y resurrección. Participan de la misma actitud y mentalidad de Pedro. Tendrán que asimilar lo que a continuación les dice; entre otras coas “que si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por la buena noticia, la salvará” (Mc. 8, 35). El seguimiento incluye el cargar con la cruz.

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