miércoles, 9 de enero de 2013

LA NUEVA EVANGELIZACIÓN 6: No hay salida de la situación sin fidelidad al Espíritu y ésta demanda la opción por la evangelización

Es la consecuencia lógica de lo que hasta aquí venimos diciendo. Si se da ésa situación paradójica, si ésta revela una estrategia del Espíritu a quienes están implicados en la misma, no tenemos otra salida creyente que escucharle y serle fieles, adentrándonos en un proceso de conversión en la situación misma. Pero ésta fidelidad nos empuja en una dirección: viviendo nuestras pobrezas, que son parte de la situación misma, no podemos dejar sin sentido profundo al hombre y la cultura emergentes. Este sentido no se encuentra más que en Jesucristo. Descubrir las “semillas del Verbo” en éste hombre nuevo y su cultura, proponerle su plenitud en un conocimiento y una vida consecuente para que libremente le siga, y ofrecerle los medios para irlo logrando, es lo mismo que decir Evangelización.
Ahora bien, se nos plantea una dificultad seria porque, así como podemos llegar a. un acuerdo inmediato en la finalidad debemos evangelizar, en el momento en que descendamos al cómo, aparecerán divergencias notables. Esto es debido a las diferentes imágenes que tenemos de Dios, Cristo y la Iglesia, a las diferentes lecturas que hacemos del Evangelio y la Iglesia y al diferente lenguaje que utilizamos unos y otros. Por esto, creemos conveniente recordar algunas constantes que pueden deducirse con certeza tanto de Jesucristo, como de Pablo, como de las primeras comunidades cristianas, pues ahí podremos encontrar  el cómo en la primera experiencia de evangelización fundante, a la que siempre debemos remitirnos.
A.— EN JESUCRISTO
Aunque es imposible resumir en cuatro líneas su Misterio insondable y hacer una síntesis conclusa, si podemos decir con certeza:
1.- Que la evangelización nace en Él de su experiencia interior, de lo que Él es por naturaleza: el Hijo que vive “in sinu Patris” y al que siempre está referido.
2.- Que esta relación entrañable del Hijo con el Padre tiene un constitutivo esencial, que sólo podemos entender con la categoría Amor de la cual es su expresión, tan divina como Dios mismo, y que llamamos Espíritu Santo.
3.- Que ese amor constituyente, por la creación y la encarnación redentora, asume todo lo humano liberándolo de lo inhumano —el pecado— y adentrándolo en el Misterio de Dios —comunión—, lo cual expresamos con las categorías fe y conversión.
4.- Esta liberación de lo inhumano está expresada respecto de la naturaleza, de la enfermedad, del demonio, del miedo, del hambre. Y esa comunión está expresada en el asumir la carne y en la solidaridad hasta la muerte tanto con los vivos como con los muertos.
5.- Toda su historia es recuperada y es significativa para nosotros por la resurrección.
6.- Todo ello está hecho pero tiene que realizarse en un proceso, significado en el renacer del Bautismo y la comunión eucarística, en cada persona y cada tiempo. Y nunca está hecha definitivamente hasta llegar a nuestra edad en Cristo.
7.- Por esto en la historia hay sucesivas “extensiones” de la encarnación que por una parte no podemos despreciar y, por otra, no podemos perpetuar.
B.— EN PABLO,  también podemos anotar con certeza:
1.- Que anuncia el Evangelio a partir de su propia experiencia interior de encuentro profundo con el Señor.
2.- Su predicación y vivir es una respuesta agradecida al Amor de Dios que le ha agraciado, hasta el punto de gloriarse en las dificultades que son como la marca de calidad de su ministerio, pues tiene conciencia de que llevan la marca de Jesús.
3.- El horizonte de su apostolado es salvar la verdad del Evangelio manteniendo al mismo tiempo la unidad de la Iglesia.
4.- Renuncia alguna vez a algunos de sus derechos en favor del Evangelio.
5.- Desarrolla una organización formidable en los trabajos misioneros: personas, enviados, alojamiento, comidas.... etc.
6.- Gran parte de su éxito se basa en su inculturación en el mundo socio-cultural helenístico: el estilo integral de vida propio de una sociedad.
C.— EN LAS PRIMITIVAS COMUNIDADES
Aún teniendo presente la gran variedad de las mismas, pueden sintetizarse estos elementos comunes:
1.- La misión nace del descubrimiento personal de Cristo resucitado, como buena Noticia para todos, y se apoya en la fuerza del Espíritu que les hace hombres nuevos capaces de transformar su mundo.
2.- Anuncian un modo nuevo de vivir y de amar. Una nueva existencia: Jesucristo como sentido y horizonte para cada hombre y esperanza para el mundo.
3.- No evangelizan desde el aparato ni desde el poder. Ante todo evangelizan por lo que son y viven.
4.- El anuncio y la proclamación del Mensaje acompaña la vida y forma parte de ella. Este es el sentido de Pentecostés, primera experiencia cristiana que seguirá repitiéndose.
5.- Recibir la palabra de los apóstoles es recibir la palabra de Jesús y recibir al Padre. El ministerio Apostólico funda, guía y discierne.
6.- El Espíritu agrega a la comunidad a los que han creído. Es una comunidad de hermanos que hacen memoria de Jesucristo, se sientan a la mesa con el Señor, comparten los bienes con alegría y están siempre a la espera del Señor.
Desde estas tres síntesis podemos concluir diciendo:
1.- Que en todos hay una experiencia interior de encuentro con el Señor en la base de la evangelización.
2.- Que este encuentro es posible, pues Jesucristo es el Evangelizador y el Evangelio y, pues resucitó, está presente en cada persona y tiempo por su Espíritu.
3.- Su acción exige la mediación de la carne —ley de la encarnación redentora— en personas, historia y mundo, no es inmediata.
4.- La mediación esencial es su Comunidad, su Iglesia.
5.- Esta Comunidad —sus personas e instituciones— están en función de seguir la ley de la encarnación, fundante de toda la evangelización, que no serán otra cosa que extensiones de la única Encarnación en cada persona y coyuntura histórica.
6.- Hasta que toda humanidad sea Humanidad de Cristo.
Concretándolo en nuestra situación creemos que:
1.- Debemos recuperar la experiencia interior del encuentro como objetivo fundamental de toda catequesis y de cualquier proyecto de formación. No es que despreciemos la racionalidad ni devaluemos la doctrina, que siempre serán necesarias para suscitar, potenciar y discernir la experiencia. Se trata de hacernos con esa conciencia de la realidad esto en el fondo es experiencia del Dios que nos sale al encuentro en Jesucristo gratuitamente a quien escucho, acepto y sigo. Mientras no exista éste encuentro en profundidad —respetando siempre la pluralidad de formas en que acontece— es imposible hablar de evangelización, pues ésta descansa mucho más, en lo que somos y vivimos, que en los apoyos doctrinales que la suscitan, disciernen o justifican.
2.- Su consecuencia más inmediata es la primacía evangelizadora del “testigo” sobre el predicador, aunque ambos se necesiten. La vida de los cristianos es el gran argumento de la credibilidad de la fe.
3.- Su dinámica es la encarnación redentora, asumiendo el estilo integral de vida propio de nuestra sociedad aquí y ahora.
No hacerlo, por temor a mancharnos con sus contradicciones, sería tanto como traicionar al que puso su tienda en nuestro campo, asumiendo  nuestra carne y, purificándola en sí mismo —no en ella—, pudo presentársela sin mancha ni arruga ni cosa semejante sino santa e inmaculada.
4. - Si la mediación esencial es su Iglesia, su Comunidad, hay que lograr verdaderas comunidades eclesiales y, entre estas, siempre deberán tener una primacía aquellas que más plenamente realicen la apostólica y católica Iglesia Una. Lo que está exigiendo recuperar la identidad y la conciencia de pertenencias hoy tan disminuidas entre nosotros.


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