martes, 2 de abril de 2013

II.- Jesús también mira (3d4)


Ve llorar a María y a sus acompañantes
Lo hacían porque había muerto Lázaro y estaban de duelo (Jn. 11, 33). Después de verlos así Jesús se reprimió e incluso lloró por el amigo muerto. Jesús ve el llanto y en él la aflicción de las personas afectadas por el dolor de la muerte. Jesús lo ve y, como siempre, tras su mirada van sus palabras y su intervención. Frente a lo que María y sus acompañantes piensan, que la muerte ha dicho lo último sobre Lázaro –de hecho lo han encerrado en un sepulcro y han tapado la entrada con una losa- dejando toda relación con él confinada en un recuerdo, Jesús ve las cosas de otra manera. Él es la Vida, compartida con Lázaro en una profunda amistad y en una fe. Vida que es luz en la oscuridad de la muerte que retira vendas y sudario, que hace saltar losas y abre sepulcros, que no pueden cerrar con una piedra la comunión que establece la Vida. “¡Desatadlo y dejadlo marchar!(Jn. 11, 44), su sitio no está en la incomunicación de un sepulcro sino en la casa del Padre donde están todos los que han sido mirados.


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