sábado, 7 de marzo de 2015

Epílogo: Líneas principales


Hasta aquí la instrucción de Jesús a su comunidad, y que Marcos comunica a la suya, según subía a Jerusalén. Que tiene muy presente a la suya es claro por el uso del presente con mucha frecuencia pues de otra forma se remitiría al pasado. Muchos de los personajes son representativos, bien de personas, bien de la comunidad o de la misma humanidad.
Alguno ha comparado a Marcos con un periodista. Narra en trazos, siluetea personajes o hechos con brevedad y rasgos significativos.
Resumiendo los principales rasgos de esta instrucción que nos ha transmitido Marcos y que hemos comentado, tanto a su comunidad como a las nuestras queremos resaltar las siguientes
LÍNEAS PRINCIPALES
1ª. EL CRISTOCENTRISMO ABSOLUTO.
Es lo que se propone en todo su evangelio. Ya, desde el principio, nos dice lo que pretende. Trata de manifestar cuál es el origen de lo que creen nuestras comunidades, cómo se ha originado lo que ahora vive la comunidad. Así comienza: “Origen de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”. Así como en fundadores de religiones o movimientos sus orígenes los colocan, ellos y sus seguidores, en una moral o en una doctrina determinada, Marcos no, él lo sitúa en la persona misma de Jesús, es como una invitación a todos a entrar en comunión con Él. Como si dijera “todos con Él”. Y a esto se llega dando unos pasos que él propone mediante el seguimiento, la identificación y la comunión, como finalidad. Invita al seguimiento de muchas maneras pero en todas hay que ponerse detrás de Jesús, no por delante. Es su persona la que muestra por donde hay que ir para llegar a esa comunión y esto nos lo muestra no como un simple acompañamiento sino mediante la identificación con Él; porque se le puede acompañar y hasta seguir y, sin embargo, no estar identificado con Él compartiendo tanto su mentalidad como su vida. Solo así puede llegarse a esa comunión. Ésta, siguiendo la fórmula clásica lo es “con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo”. La persona de Jesús, por su Santa Humanidad nos introduce en la comunión trinitaria.
2ª. SU CENTRO ES EL AMOR.
Porque el Dios con el que la comunidad está identificada lo es. Un amor que es universal, no lo es solo para una raza, pueblo o nación. Que no se reduce solo a sentimiento o a puro afecto. Ni puede comprenderse como una relación interesada por parte de Dios, que busque algo para Él. Ni tampoco por parte del hombre, como un negocio sagrado —te doy para que me des— o quiera comprar el cielo acumulando méritos. No. Es enteramente gratuito y verificable en el servicio. El amor que Dios manifiesta por Jesús en su Espíritu se traduce en servicio al hombre hasta las últimas consecuencias.
3ª. SUPERANDO LOS FALSOS MESIANISMOS.
La mentalidad más común en Israel también se daba en los discípulos; era que el reino de Dios sería establecido por el mesías, descendiente de David y con características semejantes a como David lo encarnó. Un mesías triunfador, caracterizado por la fuerza, el poder dominador, la riqueza y la lucha contra los opresores del pueblo. Sin embargo, el mesianismo de Jesús no va por esos derroteros. Él es el Mesías Hijo de Dios, por lo tanto que se parece y refleja a su Padre, con un amor incondicional que, en su servicio desinteresado, le lleva a servir a los hombres identificándose con ellos hasta en la máxima pérdida. No es el mesías triunfador, sino el Mesías servidor que muestra su poder en el amor incondicional y gratuito. El Mesías perdedor ante los hombres que muestra a un Dios que también es perdedor ante ellos en un amor no correspondido. Jesús muestra su mesianismo aceptando las consecuencias de su destino. Por eso pide a los que se ponen detrás de Él, que tomen su cruz y le sigan. Porque no hay resurrección si no hay muerte. No hay vida si no se entrega la que se tiene.
4ª. CIMENTADOS EN LA IGUALDAD.
Si hay alguien que haya respetado la libertad ha sido Jesús. Y no hay nadie que respeta la libertad como el Dios cristiano. Por eso no puede extrañamos que exija a sus seguidores que, en la comunidad que forman tras de Él, vivan la igualdad. En ella no hay dominio de unos por otros, ni del hombre sobre la mujer, ni de jefes sobre súbditos, ni de viejos sobre jóvenes, porque todos son servidores. Ciertamente hay misiones diferentes, cada uno tiene la suya, pero esto no crea poder —ejercicio del dominio— de unos sobre otros. El poder no reside en ningún miembro de la comunidad pues todos son servidores en sus respectivas misiones. El poder lo es del Señor Jesucristo y esto Marcos muestra cómo lo ha ejercido. Por tres veces anuncia a sus discípulos qué es lo que lo aguarda en Jerusalén frente a lo que ellos esperan. Será su pasión y su muerte para lograr su resurrección. Su comunidad lo es de iguales mediante el servicio desinteresado y gratuito.
5ª. CON PARTICIPACIÓN Y CORRESPONSABILIDAD.
Llevada a cabo la misión de la comunidad es de todos a través de servicios diferentes. Por tanto es una responsabilidad que debe ser asumida por todos, ya que es el encargo de Jesús a los suyos para continuar la misión. Ésta es común, es de todos y todos somos corresponsables a través de tareas, servicios, oficios y ministerios distintos. No puede haber comunidad si no hay participación y corresponsabilidad. Ésta es la obra de todos movidos por un Único Espíritu. Aquí todos participan. No tienen en ella una clase preferente, sí una misión dentro de ella que fundamente y discierne el servicio de todos, empezando por el propio de quienes dirigen para la edificación de la comunidad. Porque no es una clase que se beneficie del trabajo de los demás, ejerza el dominio y se sirva de ellos. Esto anula todo proyecto de clericalización en la comunidad creyente.
6ª. ACEPTA TODO LO BUENO, VENGA DE QUIEN VENGA.
La comunidad acepta la presencia del Espíritu más allá del ámbito a donde ella llega. Él se mueve más allá de sus fronteras. Por tanto, también donde no se conoce al Dios verdadero ni a su enviado Jesucristo. También donde éste es presentado parcialmente, no en su integridad. Esta acción suya promueve todo el bien que en el mundo se produce. El hombre, como criatura de Dios que es, no puede dejar de ser amado por Él. No hay un solo hombre que no sea querido por Dios, y está siempre trabajando en él para que, siendo bueno, en lo que descubre como tal, vaya perfeccionándose hacia la plenitud que Dios busca en él y en todos. Lo hace mediante su Espíritu. Posiblemente el hombre no conozca de dónde procede el bien que desea o hace, pero la actuación de Dios está ahí como don de su Espíritu. De aquí surge la necesidad de acoger todo lo bueno, reconocerlo y aceptarlo. Los dones del Espíritu siempre se reconocen y todos están orientados a edificar la comunidad, aunque todo esto se desconozca por quien lo recibe o hace. La misión del Espíritu es precisamente la de ir disponiendo a esta humanidad hasta lograr que sea la humanidad de Cristo. De aquí la obligación que todos tenemos de aceptar todo lo bueno venga de quien venga y también la obligación de reconocer el bien de todo hombre sea quien sea, esté próximo a nuestras ideas y vida o no lo esté.
7ª. ECHANDO FUERA TODA AMBICIÓN
La ambición no es buena, ni siquiera aquélla que busca o desea el bien. Porque éste se manifiesta en cosas concretas a las que es muy difícil desprender del egoísmo humano, que es la auténtica ruina de la vida. Cuando la ambición domina a una persona o grupo es muy difícil que no caiga en la injusticia para con los demás e incluso el menosprecio de aquellos que no son ambiciosos como ellos. Origen también de innumerables conflictos en la comunidad y de profundas divisiones. El seguimiento de Jesús no puede hacerse con ambiciones: Dios nos regala sus dones y nos da gratis su Reino. La actitud válida no es la de ambicionarlo, sino la de acogerlo y esto solo puede hacerlo quien no sabiéndose merecedor de ello pone en juego toda su capacidad de agradecer lo que se le da y el amor que lo produce sin ambicionar lo que no es merecido
8ª. SEGUIMIENTO Y RIQUEZA SON INCOMPATIBLES.
Está bien claro en todo el Evangelio que la riqueza es uno de los obstáculos serios a la gracia. La razón principal está en que es la causa de la injusticia. Una persona rica o una comunidad rica pueden ser buenísimos, pueden compartir parte de sus bienes y dar muchas limosnas, pero no caen en la cuenta de que la acumulación de bienes que ellos tienen y de los que disfrutan, es la que está causando la injusticia de que haya otros que carecen de todo. No vale la disculpa de que lo han ganado legítima y honradamente o que lo han heredado porque se ha acumulado lo aparentemente legítimo porque no se ha compartido el peso de los pobres. Si no se reparte suficientemente se acumula y, si esto sucede, hay pobres.
Además de ser causa de la injusticia, la riqueza está íntimamente ligada a la suficiencia, otro de los obstáculos serios a la gracia. Es muy raro encontrar un rico que no sea suficiente. Precisamente rico es quien confía en sus bienes y no en Dios. También la riqueza está vinculada a lo que es la médula del fariseísmo, creer que por los propios medios y méritos uno puede lograr el Reino.
9ª. LA RIQUEZA COMÚN DE LA COMUNIDAD ES COMPARTIR.
Esta debe ser su norma. Tiene dos ventajas principales. Una, que evita acumular y hacerse ricos. Otra, que coopera eficazmente a destruir la pobreza en cualquiera de sus formas. Marcos lo pone de manifiesto varias veces pero, principalmente, en la multiplicación de los panes y los peces. Lo poco de muchos compartido remedia el hambre de todos suficientemente. Es cierto que Jesús dijo a los suyos que pobres los tendrían siempre con ellos, y algunos han querido sacar de aquí que la pobreza no tiene remedio. Pero Jesús no se refería a esto sino a que, siendo su comunidad pobre, a ella accederían siempre los pobres porque se encontrarían como en su propia casa, y que ésta compartiría siempre con ellos lo que tuviese, y compartiendo llega para todos.
La forma hoy más evidente de que una persona o una comunidad es seguidora de Jesús, es porque su amor se traduce en compartir con quien menos tiene, alzando de la basura al pobre y luchando por la igualdad en este mundo
10ª. EN LA COMUNIDAD, EL SERVICIO NOS HACE A TODOS ÚLTIMOS PARA SER TODOS PRIMEROS.
Si hay algo sobresaliente en el Evangelio que Marcos nos ha transmitido es, sin discusión alguna, el uso de la categoría “servicio” como la concreción del verdadero amor a los demás. La razón es bien sencilla, no solo porque Jesús se definió a sí mismo como servidor y así lo mostró hasta dar la vida en su servicio al hombre, sino también porque es la verificación del amor. Hasta que éste no se traduce en servicio, no es un amor verificado. Se queda en un sentimiento inoperante, en un buen deseo, en una emoción pasajera... pero el “amado” o “los amados” se quedan en su necesidad o su hambre. El amor que se les tiene no es efectivo, no cumple aquello que se desea o se siente. Por eso es el servicio, como verificación de amor, que nos debemos todos, el que nos coloca intencionadamente buscado, en el último lugar. La comunidad cristiana es una comunidad que, por el servicio desinteresado a todos, se hace una comunidad de últimos si quieren llegar a ser primeros. Un cristiano es el servidor de todos.

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