sábado, 7 de marzo de 2015

II.- ¿El Mesías de la comunidad es el que confiesa Pedro?


Jesús y sus discípulos salieron para la aldea de Cesarea de Filipo, por el camino preguntó a sus discípulos:
— ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos le contestaron:
— Juan Bautista; aunque otros, que Elías, y otros que uno de los profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros ¿quién decís que soy?
Pedro tomó la palabra y le dijo:
— Tú eres el Mesías.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.
Decir mesías a secas, sin ningún calificativo que especificara de qué mesías se trataba, se prestaba a mucha confusión, porque como lo entendía el judaísmo, y así lo había inculcado en la gente, no era ciertamente igual a como lo entendía Jesús. Esto hacía que la gente, y con ella los discípulos de Jesús, estuvieran hechos un lío. Por eso Jesús pregunta qué es lo que la gente piensa de Él y, luego, qué es lo que piensan aquellos que forman su incipiente comunidad.
La gente enmarca a Jesús en la profecía del Antiguo Testamento, incluso comparándolo con el Bautista el último de sus profetas. Jesús no representa para ellos ninguna novedad. Es la presencia de lo más representativo del Antiguo Testamento: Elías, Jeremías o algún otro profeta, como especifican las narraciones en los otros evangelios. No trae, por tanto, nada nuevo. Al preguntarles directamente a los discípulos qué es lo que de Él piensan ellos, Pedro responde por todos. Es la voz de esa comunidad que se ha formado en tomo a Él. La gente y ellos esperaban al Mesías. Era como el resumen de todas sus esperanzas y la coronación del Antiguo Testamento. Y esto es lo que confiesan. Tú eres el Mesías, nada más y nada menos.
Pero ¿cómo lo entendían?, ¿cómo lo entiende la institución judía y así lo ha inculcado al pueblo?
¿Cómo es ese mesías? Es el mesías poderoso, el que recuperará el trono de David su padre, el que por la fuerza y el poder echará fuera a los enemigos, restablecerá aquel trono. Ese es el mesías que tiene en la cabeza el pueblo dominado por la institución judía. Es el mismo que tiene en la cabeza la comunidad que habla por Pedro. Tú eres el mesías. En sus entendederas no cabe otra concepción y es a lo que se refieren en la confesión de Pedro.
Pero Jesús no comprende así al mesías. No es el mesías dominador, el heredero del David victorioso, guerrero fuerte, y se lo irá mostrando a esta comunidad con sus palabras —por tres veces les anuncia su pasión, muerte y resurrección— y también con sus hechos —ni avasalla ni domina— no imponiéndose a nadie, sino solicitando, invitando y seduciendo por su mensaje y sus actitudes. ¡Hasta dar la vida! Es el Mesías Hijo de Dios, no el mesías hijo de David, aunque descienda de él. El Mesías sufriente, como va a mostrar justo a continuación después de este relato.
Pedro no califica al mesías a quién confiesa, pero es el que tiene en la cabeza como lo mostrará a lo largo de todo el evangelio, especialmente en la pasión y muerte de Jesús. Es ese el mesías en el que esta comunidad incipiente que rodea a Jesús cree y así lo confiesa por boca de Pedro: tú eres el mesías a secas, es decir, el que todo el mundo espera y quiere ver realizado en Jesús.
Por eso la reacción de Jesús no se hace esperar. Dirigiéndose a todos —habla en plural, no solo a Pedro— “les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto” (8,30). Deben guardar en secreto lo que ellos piensan porque reforzaría la idea equivocada que tiene la gente. Él no es el mesías como lo entienden ellos y la gente. Decir mesías a secas no sólo se presta a equívoco, sino que no expresa la verdad sobre el mesianismo de Jesús Hijo de Dios y lo que esto conlleva, quitándole a la expresión lo que define su mesianismo en toda su verdad.
La comunidad de Marcos no puede quedarse en un mesianismo equívoco por indefinido en toda su realidad. Mesías solo, no. La comunidad de seguidores debe saber siempre en quién cree y lo que esta fe abarca. Jesús es el Hijo de Dios; creerlo abarca, no el poder, que es el ejercicio del dominio, sino el servicio hasta la muerte, que es la verificación del amor sin límites. Así lo va mostrando el evangelista a lo largo de todo su evangelio desde el principio que comienza bajo este título: “Origen de la Buena Noticia de Jesús Mesías Hijo de Dios” (l, l). De un modo particular en esta instrucción que va desarrollando en estos capítulos que comentamos.
http://manuelmanzano.blogspot.com.es/p/instrucciones-la-comunidad.html

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