sábado, 7 de marzo de 2015

III.- Dos conminaciones


Y empezó a instruirlos:
— Este Hombre tiene que padecer mucho: tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
Y exponía el mensaje abiertamente. Entonces Pedro lo tomó aparte y empezó a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:
— ¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tu idea no es la de Dios, sino la humana.
Dice el texto que, después de la confesión de Pedro, que es la de la comunidad, y la prohibición de que dijeran a la gente que Él era, a secas, el Mesías, comenzó a instruirlos.
Una instrucción no es simplemente la enseñanza de una doctrina, ni la comunicación sin más de una verdad. Una instrucción supone, ciertamente, una enseñanza y una comunicación, pero es bastante más. Para ser instrucción ésta debe ser sistemática. Por lo tanto supone insistir, remachar, repetir, explicitar, profundizar, hacer inteligible... una verdad, o una doctrina o un hecho. Es lo que va a hacer Jesús en este relato.
¿Y qué es lo que va a comunicar y sobre lo que va a versar la instrucción? Pues viendo la ceguera que tienen los discípulos y la gente que forma esta incipiente comunidad respecto de su mesianismo, la instrucción va a versar sobre éste. De hecho, por tres veces va a anunciar cuál es la forma en que Él es Mesías y cómo va a practicarlo. Y, lógicamente, cómo debe vivirlo su comunidad de auténticos seguidores.
Al hacer su primer anuncio de su pasión, muerte y resurrección dice el evangelista que se lo explicaba con toda claridad. Era una instrucción en toda regla. Debió ser tan clara y comprensible que los discípulos se asustaron y Pedro, en nombre de todos, se puso a increpar a Jesús.
La instrucción de Jesús era un disparate. Ellos pensaban que el Mesías —era la enseñanza común— no moriría y, además, establecería el Reino entendido parecidamente como los de este mundo, donde ellos, sus seguidores, tendrían un puesto preferente. De hecho, más tarde algunos le pedirían sentarse a su izquierda y a su derecha. Era tal la contradicción entre lo que ellos pensaban y lo que les enseñaba Jesús, que Pedro increpa a Jesús —se le fue a las barbas— como si les hubiera engañado al llamarlos a su comunidad en el seguimiento. Jesús ni piensa ni enseña como los hombres, de ahí la increpación, pues no es razonable pensar y tratar de ser de otra manera de como son y piensan los demás.
A una increpación Jesús responde con otra. Aunque va dirigida directamente a Pedro, realmente se dirigía a todos, pues el evangelista dice que “Jesús se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro” (8,33).
¿A qué venía esa mirada y la instrucción subsiguiente si no eran partícipes de la actitud y el pensamiento de Pedro?. Éste está ejerciendo el mismo oficio que Satanás, que es el tentador, el padre de la mentira, que tiene su imperio en el mundo de los hombres y los tienta para que no piensen como Dios. En este caso a Jesús por boca de Pedro. Por eso no es de extrañar la increpación de Jesús llamando a Pedro nada menos que Satanás, porque está ejerciendo su oficio y le dice que se aleje, como rechazó a Satanás en las tentaciones.
Pedro y la comunidad de discípulos piensan como los hombres dominados por el tentador, no piensan como Dios. Jesús se mueve en el ámbito de Dios y esto mismo es lo que exige a sus seguidores: que sean seguidores de verdad, esto es, que vayan detrás de Jesús, no delante queriendo indicarle el camino por donde pueda llegar a su destino. Ponerse detrás en lo que es, en como piensa y como vive, lo que conducirá a una identificación con su persona. Si piensa como Dios y vive en el ámbito de Dios, su Comunidad lo será con autenticidad, pensará como Dios, no como los hombres con la mentalidad que les ha imbuido el tentador.
http://manuelmanzano.blogspot.com.es/p/instrucciones-la-comunidad.html

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