sábado, 7 de marzo de 2015

XI.- ¿Una comunidad salada?


— De hecho cada cual será salado a fuego. Buena cosa es la sal pero si la sal pierde el gusto ¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal y convivid así en paz.
Después de estas instrucciones y enseñanzas, algunas muy duras, fija su atención en lo que deviene una comunidad que no las sigue. Jesús tenía la experiencia de su incipiente comunidad y Marcos, sin ninguna duda la suya. Cuando la fidelidad al Señor se entibia en el seguimiento, la tibieza y la decadencia en los ideales primeros, y en la vida real de la comunidad, se adueñan de ésta. Por eso concluye esta parte de la instrucción con el recurso a la sal.
Es una imagen o un símbolo que representa la fidelidad. ¿Por qué? Porque la sal, por una parte, sirve para conservar y, por otra, da sabor. Jesús invita a los suyos a que tengan sal entre ellos. Quiere decirnos que, así como la sal conserva los alimentos, así debe conservarse la fidelidad en la comunidad, previniendo a ésta para que no decaiga, ni por la rutina, ni por el olvido de los valores que ha vivido y que la han mantenido en esa fidelidad. La sal si se vuelve sosa ¿con qué se puede salar? Ya no sirve para lo que es su finalidad que es salar y conservar. Es todo un símbolo de lo que la comunidad debe conservar siempre: la fidelidad. Si se introduce la rutina o se hace compatible con otras fidelidades adormecedoras del seguimiento, la sal se vuelve sosa, la fidelidad o se pierde o queda relegada a un simple nombre o a pura apariencia. En esta situación es imposible recuperar la sal. La comunidad se vuelva sosa.
Una de las actitudes que más dañan la fidelidad en el seguimiento y la falta de tensión que el Señor demanda para evitar el escándalo por la mano, el ojo o el pie anteriormente aludidos es, ciertamente, la rutina. Destruye lo más santo, esteriliza la vida teologal de las personas pues minimiza o destruye todo lo que hace relación con la fe y la esperanza pero, sobre todo, el amor. Deja sin interioridad las celebraciones y la oración. No hay nada más nocivo que la rutina y nada más solapadamente destructivo, que el espíritu rutinario cuando se introduce en personas o comunidades.
También atribuimos a la sal el buen sabor en la alimentación Es hasta desagradable una comida sosa. Siendo símbolo de la fidelidad en el seguimiento es porque ésta da buen sabor a la vida de los seguidores y a la de la comunidad entera. ¿En qué está ese buen sabor? En primer lugar inunda de alegría esas vidas. Es la alegría que produce la armonía de ser fieles. Vivir la identificación con el Señor, por un seguimiento fiel, produce un ser en comunión con Él y con todos aquellos que en la comunidad viven esa misma identificación. Se sabe cuerpo de Cristo y creación de su Espíritu que la impulsa también a una común tarea. Alegría que da sabor a una comunidad salada por el buen sabor de Cristo.
Pero no es menor que la alegría, la firmeza en la convicción y la esperanza terca de que el seguimiento llegará a un final feliz. El seguimiento no descansa sobre un sentimiento pasajero o una momentánea veleidad. No. Descansa sobre una convicción y una decisión. Un seguidor no debe serlo más que por convicción. Está convencido de que Jesús llena de sentido su vida en todas sus dimensiones, en relación con Dios con los demás y con la naturaleza y su mundo. Está convencido de que Jesús es el centro de la vida entera de la persona. Es de esta convicción de donde nace su decisión. No emprende el seguimiento porque le gusten determinadas prácticas de la comunidad, o el uso de ciertos hábitos o costumbres, aunque pueda haber algunas cosas de estas que le puedan ayudar. No. La decisión de optar por Jesús en la comunidad de seguidores —la Iglesia— nace del convencimiento de que en Jesús está la vida. Solo en Él se encuentra la forma auténtica de ser hombre y el encuentro definitivo de su destino.
La comunidad está formada por personas saladas. No es que sean graciosas, aunque también puedan serlo, sino porque viven en comunión la armonía del Espíritu. Ya dijo alguien que un cristiano triste es un triste cristiano. No seguir fielmente a Jesucristo, seguimiento nacido de una convicción y una decisión, anula la necesaria fidelidad y hace a la Iglesia sosa.
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