Pedro se puso a
decirle:
— Pues mira,
nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
Jesús
declaró:
— Os lo aseguro.
No hay ninguno que haya dejado casa o hermanos o hermanas, o madre o padre, o
hijos o tierras, por mí y por la Buena Noticia, que no reciba en este tiempo
cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con
persecuciones— y en la edad futura vida eterna. Pero todos, aunque, serán
últimos, y esos últimos serán primeros.
Después de la escena del hombre
rico, en el mismo capítulo, continúa la narración con los versículos ya vistos
de la dificultad que van a tener los ricos para salvarse de cómo los discípulos
se espantan ya que piensan que la riqueza es necesaria para la subsistencia y
mantenimiento de sus personas y de la comunidad. Es a continuación cuando
interviene Pedro y Jesús contesta con el texto presente.
Pedro, sin
renunciar a su mentalidad, le recuerda a Jesús que ellos lo han dejado todo y
le han seguido. Es como si le dijera: si hemos hecho lo que el hombre rico no
ha sido capaz de hacer ¿qué es lo que nos va a tocar en el Reino? Jesús le
responde que aquí, en este tiempo, recibirán mucho más que aquello a lo que
renuncian, y concluye el texto con una frase que ha tenido muchas traducciones.
La más común es “muchos primeros serán
últimos y muchos últimos serán primeros”. ¿Cuál es el contenido de dicha
frase?
La oferta
que Jesús hace a aquellos que son miembros de su comunidad no es que se peleen
para ser primeros sino justamente lo contrario, que sean últimos, que se
empeñen en ser últimos. Desde el principio de esta instrucción, y también
antes, Jesús viene insistiendo y, como veremos, insistirá aún más, en que los
suyos han de ser servidores dentro de una igualdad solidaria. Del servidor es
servir, no es esperar que otros le sirvan a él. Su servicio no le coloca en el
primer lugar, sino en el último. Entonces, lo que Él ha querido es que sus
discípulos formen una comunidad de servidores, por lo tanto de últimos. Según
el dicho, habrá muchos últimos que serán primeros. En la comunidad de Jesús
todos serán primeros porque todos son últimos. Habrá primeros que serán últimos,
pero no en la comunidad de Jesús porque todos son últimos que es condición para
ser primero. Aquí no hay privilegiados a los que Dios les haya ofrecido u otorgado
los primeros puestos. Aquí, a todos a los que Dios llama al seguimiento en la
comunidad lo que les ofrece es lo que la comunidad es —ser servidora—
consiguientemente, la igualdad en el servicio.
En la
comunidad de Jesús no hay unos elegidos para mandar. No es que no haya
autoridad ni que no haya quien la ejerza. No. Lo que pretende Jesús es que esa
autoridad no sea el ejercicio del dominio sobre los demás, que es la definición
del poder. La única forma de evitarlo es concibiendo y ejerciendo la autoridad
como un auténtico servicio. Y a esto se llega cuando se valora a las personas
por lo que son, no por lo que tienen. Lo que está en el fondo de esta exigencia
de Jesús es el valor absoluto de la persona.
Concebida
así la autoridad, como un auténtico servicio a la comunidad, quedan excluidos
de ella los mecenazgos. Estos suelen aportar bienes a la comunidad para la
subsistencia y el cumplimiento de su misión pero, buscándolo intencionadamente
o no, crean dependencia. La comunidad no puede someterse, si quiere ser libre,
a ninguna dependencia aunque pueda parecer inocentemente independiente. Nos son
muy conocidos muchos sometimientos fácticos a mecenas que aparentemente no
buscaban otra cosa que el bien de la comunidad. Muchas veces la dádiva se ha
convertido en precio. Lo que Jesús busca en sus seguidores es que no dependan
de ningún bondadoso señor sino de la labor solidaria común de quienes componen
la comunidad, lo cual se logra por el servicio desinteresado de todos para
todos convirtiéndose en últimos para poder ser primeros.
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